Una nueva investigación arroja luz sobre la relación entre la metacognición y la esperanza.
La esperanza es una fuerza psicológica poderosa (aunque a veces esquiva) de la que dependemos en momentos de tristeza y desesperación.
Algunas personas parecen tener más facilidad para aferrarse a la esperanza. Es probable que todos podamos pensar en personas en nuestras vidas que pueden encontrar fácilmente el lado positivo y que son capaces de perseverar cuando otros no pueden.
La literatura psicológica se refiere a esta cualidad como esperanza disposicional e identifica muchas diferencias individuales entre grupos de personas.
¿Qué impulsa estas diferencias? ¿Se puede cultivar intencionalmente un mayor sentido de esperanza?
Nueva investigación sobre metacognición y esperanza
Un nuevo estudio longitudinal de estudiantes universitarios de la Universidad Adam Mickiewicz en Poznań, Polonia, sugiere una relación entre la metacognición (conciencia de los propios pensamientos, percepciones y sesgos) y el desarrollo de la esperanza y la autoeficacia.
Pawel Kleka y sus colegas se refieren a la autoeficacia, que fue estudiada originalmente por Albert Bandura en la década de 1970, como "la creencia de un individuo en su capacidad para controlar las acciones, la motivación y los pensamientos, así como para perseguir eficazmente los objetivos previstos".
En pocas palabras, nos sentimos más eficaces cuando sentimos que podemos hacer cambios significativos y positivos en nuestras vidas.
En el estudio, más de 250 estudiantes fueron evaluados cinco veces durante tres años. En cada prueba, los participantes respondieron a preguntas sobre su "autoconciencia metacognitiva", que se relacionaba con la conciencia de sus propios sesgos, junto con medidas de su autoeficacia y percepciones de su capacidad para perseguir y alcanzar sus objetivos en diferentes contextos.
Los análisis de las respuestas sugirieron que una mayor conciencia de los propios pensamientos y prejuicios podría reforzar el desarrollo de la autoeficacia y la esperanza.
En particular, se necesitaba un cierto nivel de autoconciencia metacognitiva para aumentar la esperanza; niveles bajos en realidad podrían disminuir la esperanza con el tiempo.
Una posible implicación de este hallazgo es que la esperanza solo puede avivarse en individuos que enfrentan circunstancias de vida desafiantes cuando su conciencia metacognitiva es alta.
La autoconciencia metacognitiva podría desempeñar un papel en si los estudiantes albergaban expectativas realistas o no realistas de sí mismos cuando se enfrentaban a un obstáculo, lo que puede influir en la esperanza a través de la autopercepción.
Al principio del estudio longitudinal, los niveles de esperanza de los estudiantes no eran significativamente diferentes entre aquellos con autoconciencia metacognitiva alta y baja, pero con el tiempo, la diferencia aumentó.
Tal vez con una mayor conciencia de los propios pensamientos y prejuicios, los estudiantes pueden moderar sus expectativas sobre sí mismos, evitando así el desánimo intenso cuando no alcanzan una meta.
La metacognición y la autoconciencia
Estos hallazgos arrojan luz sobre la naturaleza interconectada de nuestra capacidad de observar nuestros pensamientos y la valencia de nuestra perspectiva de la vida.
Nuestros juicios y prejuicios sobre nosotros mismos, los demás y el mundo que nos rodea pueden tener una fuerte influencia en nuestra autoeficacia. Cuando podemos reconocer las fortalezas y las deficiencias de nuestros patrones de pensamiento, es más probable que creemos un entorno psicológico que permita que la esperanza florezca y crezca.
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